Hero GIF2 La Hora del Planeta Colombia

Lo que debes saber sobre La Hora del Planeta


La primera Hora del Planeta fue en Sídney, Australia, un sábado 31 de marzo de 2007, fecha en la que más de 2 millones de personas apagaron sus luces durante una hora para mostrarle al gobierno su preocupación por el cambio climático. 

Desde 2007, La Hora del Planeta ha crecido hasta convertirse en uno de los movimientos medioambientales más grandes del mundo, sumando a millones de personas en más de 190 países y territorios. 

La Hora del Planeta se ha enfocado en despertar conciencia y movilizar a la acción por el cambio climático y la perdida de naturaleza; dos de los más grandes problemas que amenazan nuestra existencia y la del planeta.

La Hora del Planeta en Colombia




El agua es el recurso fundamental para la vida: Esencial para la salud y los alimentos; es la base de la naturaleza. Sin embargo, nos acostumbramos tanto a tenerla que nos olvidamos de su importancia.
El próximo 22 de marzo es el Día Mundial del Agua y La Hora del Planeta.


Aprovechemos esta fecha para que más personas reconozcan su valor y que juntos tomemos las acciones necesarias para cuidarla.

Así no la veas, el agua está en todo. En esta Hora del Planeta, ¡cuídala!

Las voces del cuidado por el agua y el planeta
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Guardianes indígenas cuidan la vida en los ríos de Guainía y Vichada

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Un grupo de 34 hombres y mujeres indígenas emprenden un camino de conocimiento y conservación, llamado el monitoreo pesquero comunitario biocultural que se ha convertido en una poderosa herramienta para la protección de su territorio.


Este esfuerzo colectivo, protege el agua dulce y fortalece a los pueblos indígenas. Foto: Jaime Cabrera / WWF Colombia.

En la Amazonía colombiana, donde los ríos se entrelazan, se encuentra la Estrella Fluvial Inírida*. Esta área, ubicada dentro de los departamentos de Guainía y Vichada, es el hogar de diversos pueblos indígenas. Allí, 34 hombres y mujeres pertenecientes a las etnias: Curripaco, Puinave, Cuveo, Piacoco, Sikuani y Tukano, emprenden un camino de conocimiento y conservación, llamado el monitoreo pesquero comunitario biocultural que se ha convertido en una poderosa herramienta para la protección de su territorio.

A lo largo del año, estos pueblos recorren los ríos, lagunas y quebradas que les han dado vida desde tiempos inmemoriales. Utilizando métodos tradicionales de pesca, capturan lo necesario para su sustento diario y, al mismo tiempo, recogen datos cruciales que les permiten entender la relación de la salud de los peces con la salud del agua. Con cada captura hacen un análisis profundo que busca fortalecer el equilibrio de la naturaleza y asegurar la continuidad de la vida en todas sus formas, valorando el conocimiento ancestral e integrando el saber científico.

Este trabajo logró captar la atención de las autoridades nacionales, quienes han reconocido la importancia de los datos obtenidos, emitiendo dos resoluciones fundamentales para asegurar la sostenibilidad de los peces, esencial para la alimentación de las comunidades y la economía nacional.

Este esfuerzo colectivo, protege el agua dulce y fortalece a los pueblos indígenas, quienes, en su vínculo ancestral con el territorio, siguen siendo guardianes de un legado de vida que, por fortuna, se niega a desaparecer.

*Ramsar Estrella Fluvial Inírida: Ramsar es un tratado internacional que protege y conserva los humedales de importancia internacional. El nombre proviene de la ciudad iraní de Ramsar, donde se aprobó el tratado en 1971. 

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El Bita: ejemplo en conservación de ríos

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El río Bita nace y desemboca en el Vichada, donde nueve familias dedican parte de su semana a registrar datos ecológicos clave que contribuyen a la toma de decisiones sobre el manejo del río y su fauna.


Nueve familias participan en el monitoreo pesquero comunitario, que involucra a hombres y mujeres en el estudio y conservación de los peces. Foto: Jorge García

Entre las sabanas del Vichada, fluye el río Bita*, el humedal de importancia internacional más grande del país. Este río no solo es fuente de alimento y agua, también es un gran símbolo de identidad y conexión con la naturaleza para las 300 familias que habitan su cuenca.

Allí, nueve familias participan en el monitoreo pesquero comunitario, que involucra a hombres y mujeres en el estudio y conservación de los peces. “Para mí, lo más importante es que nuestras cocinas se convirtieron en un ‘laboratorio’. Al volver de pescar, allí conocemos de cerca la vida de cada pez: qué come, su talla, su peso”, nos cuenta Blanca Nery Pardo, monitora en Puerto Carreño.

Al ser un proceso familiar, también ha sumado a los jóvenes, quienes aportan sus habilidades digitales. Salomé Cuevas, monitora de 17 años cuenta: “En el monitoreo participamos mi papá y yo. Él sabe muy bien los puntos estratégicos para pescar, y yo me encargo de tomar datos, muestras y fotografías. Toda esa información la subo a un 'drive' que compartimos con el biólogo encargado. Los tres hacemos un gran equipo, aprendemos y hacemos cosas increíbles por nuestro río”.

Los monitores comunitarios, quienes ya son reconocidos como “investigadores locales”, dedican parte de su semana a registrar datos ecológicos clave, contribuyendo a la toma de decisiones sobre el manejo del río y su fauna. Esta labor ha sido fundamental para la autoridad nacional pesquera en Colombia* que con el apoyo técnico de WWF, en 2022 expidió dos resoluciones para establecer el período de tiempo en que está vedado pescar y regular las herramientas que se utilizan en la pesca.

Este trabajo  y el compromiso intergeneracional demuestra que el conocimiento tradicional y la ciencia pueden trabajar juntos para proteger uno de los ecosistemas más valiosos de Colombia.

*AUNAP: Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca-AUNAP

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Guardianas del Agua: tejedoras de vida y reivindicación de derechos humanos en Putumayo

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Cien mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes de todas las edades, se unen por el compromiso de proteger el agua y la selva amazónica.


En su lucha, la creatividad ha sido un hilo conductor de resistencia: a través de cuentos, dibujos, poesía y la canción 'Iaku'. Foto: Pablo Mejía / WWF Colombia


En el Putumayo, se funden las selvas frondosas de la Amazonía con las montañas andinas y allí la vida late al ritmo de los ríos y la memoria ancestral. En este territorio, un grupo de mujeres ha tejido una red de resistencia y cuidado, llamada las Guardianas del Agua. Esta iniciativa, impulsada por la Alianza Tejedoras de Vida, es Integrada por mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes del alto, medio y bajo Putumayo, quienes son símbolo en la defensa del territorio y los derechos humanos, con un firme enfoque de género y paz.

Son cien mujeres de todas las edades, unidas por el compromiso de proteger el agua y la selva amazónica. Junto a WWF, su labor ha sido fortalecida con formación y herramientas que les han permitido consolidarse como defensoras del Acuerdo de Escazú. En su lucha, la creatividad ha sido un hilo conductor de resistencia: a través de cuentos, dibujos, poesía y la canción 'Iaku' —compuesta por Dolores Sigindoy e inspirada en una estrofa enseñada por la mamita Francisca Cruz Jacanamijoy del Cabildo Inga de Santiago—, han entrelazado memoria, cultura y reivindicación.

Desde su conformación en 2020, las Guardianas del Agua han tejido saberes y estrategias para la defensa del territorio, elevando su voz para exigir una agenda ambiental con perspectiva de género. En su andar, han fortalecido lazos con la tierra y el agua, entendiendo que la conservación de estos elementos es también la protección de la vida humana.

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San Pedro de la Sierra: café y agua tejen juntos la vida cotidiana

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Las comunidades de la Sierra Nevada de Santa Marta, han emprendido un camino de conocimiento y conservación: el monitoreo de la calidad del agua. ​


Con lupas y guías en mano, han explorado rocas, hojarasca y arena, buscando pistas para entender la salud de sus ecosistemas. Foto: David Fajardo / WWF Colombia

En la Sierra Nevada de Santa Marta la neblina rodea los frondosos cafetales, las quebradas recorren los bosques y los habitantes de San Pedro de la Sierra emprenden un camino para conocer y cuidar el agua de su territorio. En este rincón de vocación cafetera, ubicado al lado occidental de la Sierra, el agua es fuente de vida y sustento, por eso las familias campesinas han decidido fortalecer sus capacidades para evaluar la salud de sus ríos y quebradas.​

Guiados por expertos de WWF Colombia y la Universidad del Magdalena, líderes comunitarios han aprendido a identificar macroinvertebrados, pequeños animales sin huesos que viven en el agua y que funcionan como indicadores vivos de su calidad. Con lupas y guías en mano, han explorado rocas, hojarasca y arena, buscando pistas para entender la salud de sus ecosistemas. Además, han profundizado en temas como el ciclo del agua, la medición del caudal y la influencia de las actividades humanas en los ríos y quebradas.​

El café, también se ha convertido en un punto de reflexión dentro del proceso. Durante la cosecha, las mieles del despulpado y lavado pueden llegar a los cuerpos de agua, afectando su equilibrio y biodiversidad. Por ello, el monitoreo no solo les ha permitido ver los ríos con otros ojos, sino comprender cómo su propia actividad productiva puede transformarlos.​

"Siempre hemos vivido junto a estos ríos y quebradas, pero nunca habíamos pensado en todo lo que habita en ellos. Ahora sabemos que el agua no solo nos sirve a nosotros, sino que es el hogar de muchos seres vivos que nos pueden contar qué tan sana está. Conocer esto nos hace querer cuidar mejor lo que tenemos".​

A lo largo del año, esta comunidad continúa su labor, recorriendo los ríos que han acompañado a sus familias por generaciones. Con cada análisis y dato recolectado, se fortalece el vínculo entre la comunidad y su territorio, promoviendo la gestión sostenible del agua en una región donde el café y el agua tejen juntos la vida cotidiana.​

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Ríos, pensamientos y palabras que nos unen

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La comunidad indígena Kogui reúne en un libro sus relatos tradicionales para el aprendizaje y la conservación de los ríos que nacen en la Sierra Nevada de Santa Marta.


El libro, escrito en Koguián y español, busca preservar la riqueza cultural de los Kogui y profundizar en la comprensión de sus significados y valores sobre el mundo natural. 

En el inicio de los tiempos, cuando la naturaleza fue creada, no existían los ríos. Pero, al ser esenciales para la vida, las plantas, los animales y los seres humanos pidieron al padre del Río, Buñkuazhbezhu, que los trajera a la tierra.​

Así, Buñkuazhbezhu descendió del páramo con su hija, Río, a quien aconsejó:​

—Hija, darás vida a los seres y les servirás para múltiples propósitos.​

Todos siguieron maravillados el trayecto de padre e hija. Juntos llegaron hasta el mar y lo atravesaron, avanzando hasta donde la tierra termina, el sol se oculta y el agua se convierte en fuego ardiente.​

En ese punto, Río ardió, se transformó en vapor, ascendió al cielo en forma de nube y regresó al páramo convertida en lluvia.​

Este relato es parte del libro 'Ríos, Pensamientos y Palabras que nos Unen', una recopilación de saberes del pueblo Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta. Sus páginas exploran la importancia del agua y otros elementos naturales y culturales que conforman las cuencas de los ríos Frío, Sevilla y Tucurinca, en el departamento del Magdalena.​

El libro, escrito en Koguián y español, busca preservar la riqueza cultural de los Kogui y profundizar en la comprensión de sus significados y valores sobre el mundo natural. A través de este proceso, hemos encontrado puntos de encuentro entre nuestras visiones y reafirmado un propósito común: cuidar y proteger los ríos, fuentes de vida y equilibrio para el territorio.

¡Descarga aquí el libro!

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Comunidades y científicos unidos para cuida el agua en el sur del Tolima

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Líderes comunitarios se unen con científicos en un monitoreo participativo para analizar los cambios en la calidad del agua. Esta es una herramienta clave en un país que enfrenta variaciones climáticas que afectan la disponibilidad del recurso. ​


Este monitoreo también le da a las comunidades, herramientas para integrar la información en sus prácticas productivas y de manejo del territorio. Foto: Laura Feged / WWF Colombia

En el Cañón de Las Hermosas, en el río Amoyá, al sur de Tolima, líderes comunitarios se unen con científicos en talleres comunitarios para registrar datos y analizar los cambios en la calidad del agua. Este monitoreo participativo es una herramienta clave para la gestión del agua dulce en Colombia, un país que enfrenta variaciones climáticas que afectan la disponibilidad del recurso. ​

Yolanda Martínez, fiscal de Asohermosas y líder en su comunidad, ha encontrado en el monitoreo hídrico un camino para valorar el agua como un recurso vital. Gracias a estos espacios, hoy reconoce que el agua es vida y que sus "bichitos", como ella llama con cariño a los macroinvertebrados, son un símbolo de la salud del agua. Esta experiencia ha generado una mayor conciencia en la comunidad sobre la importancia de preservar el agua que nutre sus cultivos de café y moras, y que es esencial para su bienestar. Además, destaca cómo hábitos sencillos, como cerrar el grifo al enjabonarse, han cobrado un nuevo significado en la vida cotidiana de su comunidad.​

Este monitoreo también le da a las comunidades, herramientas para integrar la información en sus prácticas productivas y de manejo del territorio. Así, se refuerza la relación entre el bienestar del río y el desarrollo sostenible, garantizando que las acciones de conservación sean sostenibles y efectivas en el tiempo.​

Esta iniciativa se realiza a través de la Alianza por la Conservación*, apoyada por Asohermosas, e involucra activamente a la comunidad en la toma de decisiones sobre la conservación del ecosistema, hogar de especies emblemáticas como el oso de anteojos y la danta.​

* Integrada por Isagen, Parques Nacionales Naturales, WWF Colombia y ProCAT,​

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El valor del agua en el Chocó: monitoreo para una vida digna

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Las instituciones gubernamentales, las autoridades étnico-territoriales y la universidad más importante del Chocó se unen para trabajar por la dignidad de las comunidades, que dependen del agua del Atrato y los ríos cercanos para construir su presente y, sobre todo, su futuro.​


El agua es esencial para las comunidades negras-afrodescendientes, indígenas y campesinas que habitan allí. Es fuente de importantes recursos e ingresos. Foto: Cortesía UTCH.

El Pacífico colombiano está repleto de agua. En estas tierras es común ver niños jugando entre los ríos, montañas de plátanos viajando en pangas de colores, mujeres agitando bateas para obtener oro, pescadores madrugando para capturar peces y piangüeras buscando moluscos entre manglares.​

El agua es esencial para las comunidades negras-afrodescendientes, indígenas y campesinas que habitan allí. Es fuente de importantes recursos e ingresos. Uno de los más relevantes es la minería ancestral y tradicional.​

El agua es clave para hallar el oro y el platino que viene de las rocas y los suelos. Este proceso es largo y requiere paciencia. El mazamorreo, por ejemplo, exige dedicación para atrapar arenas en quebradas poco profundas, clasificarlas con la batea y separarlas con plantas nativas. Con el tiempo, estas prácticas se han tecnificado: ahora es común ver mini-dragas removiendo la tierra y el uso de mercurio para separar los metales.​

Sin embargo, estas prácticas resultan nocivas, ya que contaminan el agua y afectan a peces y otros recursos, que habitan en los ríos y llegan hasta las costas. Por ello, las autoridades estatales y locales, junto con la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH), realizaron monitoreos académico-comunitarios en territorios históricamente explotados por minería, en los Consejos Comunitarios de COCOMAUPA y ASOCASAN, en los municipios de Unión Panamericana y Tadó.​

Entre 2023 y 2024, un equipo multidisciplinario estudió la calidad del agua en ríos, quebradas y pozas, la salud de microorganismos acuáticos, la concentración de mercurio en peces y el estado general de las Unidades de Producción Minera en la zona. Esto no solo busca generar herramientas comunitarias y pedagógicas para el monitoreo futuro, sino también asegurar que los niños puedan seguir jugando con tranquilidad, que el agua sin sedimentos transporte montañas de plátanos, que las mujeres continúen obteniendo recursos de la minería, que los pescadores ofrezcan productos sanos y que, finalmente, la contaminación no alcance los manglares.​

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