El conflicto entre humanos y vida silvestre es una de las mayores amenazas para las especies del planeta, pero puede reducirse
Posted on July, 08 2021
Un informe de WWF y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente advierte que esta problemática amenaza especies como los felinos, elefantes y osos polares, entre muchas otras.
● Además, afecta a las comunidades locales, poniendo en riesgo sus vidas y medios de subsistencia, y puede debilitar los sistemas de producción y otros negocios, así como las economías regionales y nacionales.● Aunque no se puede erradicar, los enfoques integrados y bien planeados para manejarlo pueden contribuir a su reducción y conducir a una forma de coexistencia. Ya hay casos que lo demuestran.
Bogotá, julio 8 de 2021. El conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre es una de las principales amenazas para la supervivencia a largo plazo de algunas de las especies más emblemáticas del planeta. Así lo advierte un nuevo informe de WWF y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado hoy.
Este conflicto es el resultado de una variedad de factores, principalmente antropogénicos, que ejercen presión sobre los paisajes en donde las personas y la vida silvestre compiten por el espacio, entre ellos los cambios de uso de suelo, la fragmentación del hábitat, la expansión de las prácticas agropecuarias, el cambio climático, la extracción no sostenible de recursos, el desarrollo de la infraestructura y la urbanización.
La creciente demanda de espacio y recursos para actividades humanas a menudo conduce a la cacería de diversas especies, ya sea en defensa propia, como prevención o en represalia. De acuerdo con el informe, de las más de 260 especies de vertebrados terrestres que han tenido interacciones negativas con las personas, 53 se encuentran amenazadas.
El informe Un futuro para todos: la necesidad de coexistir con la vida silvestre, destaca que, a nivel mundial, las muertes relacionadas con la interacción entre la fauna y los seres humanos, afectan a más del 75% de las especies de felinos silvestres del mundo, así como a muchas otras especies de carnívoros terrestres y marinos, como osos polares y focas monje del Mediterráneo, y a grandes herbívoros como los elefantes.
“Los conflictos entre seres humanos y la vida silvestre, en combinación con otras amenazas, han provocado una disminución considerable de especies que antes eran abundantes, y las que naturalmente son menos abundantes se encuentran al borde de la extinción. De no tomarse medidas urgentes, esta tendencia devastadora no hará más que empeorar, causando impactos perjudiciales y, en algunos casos, irreversibles, en los ecosistemas, la biodiversidad y la humanidad”, advirtió Margaret Kinnaird, líder de la Práctica de Vida Silvestre de WWF Internacional.
“Este informe es un llamado de atención para hacer visible el problema y prestarle la atención que merece en los procesos nacionales e internacionales”, dijo por su parte Susan Gardner, directora de la División de Ecosistemas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
“Es un llamado a la adopción de enfoques que identifiquen y aborden las causas más profundas y subyacentes del conflicto, al tiempo que se desarrollen soluciones sistémicas con las comunidades afectadas como participantes activos en el proceso. Como se demuestra en algunos casos de estudio de este informe, la coexistencia es posible y alcanzable”, agregó Gardner.
Según el informe, que contó con los aportes de 155 expertos de 40 organizaciones con sede en 27 países, el conflicto es también un problema humanitario y de desarrollo que afecta los ingresos de agricultores, pastores, pescadores artesanales y pueblos indígenas, sobre todo a los que viven en la pobreza. Además, interfiere en el acceso al agua de las comunidades que compiten con la vida silvestre por las fuentes de este líquido y fomenta la desigualdad, ya que quienes pagan el precio de vivir cerca de la fauna rara vez reciben los beneficios de la coexistencia.
Mientras las personas de todo el mundo se benefician del mantenimiento de poblaciones florecientes de vida silvestre -ecosistemas sanos que nos permiten vivir al proporcionarnos alimentos y medios de subsistencia-, los impactos catastróficos como lesiones, muerte, pérdida de propiedades y medios de subsistencia, son una carga para quienes conviven con la vida silvestre, a menudo en naciones en desarrollo ricas en biodiversidad, lo que conduce a la inseguridad financiera y a una mala salud física y mental.
A pesar de que el conflicto humano-vida silvestre está fuertemente vinculado a la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como el de cero hambre, es un tema que sigue siendo ignorado por los líderes políticos y los gobiernos de los países. En el caso de la alimentación, por ejemplo, la fauna silvestre daña las reservas de alimentos, los cultivos y el ganado y pone a los agricultores de subsistencia en riesgo de padecer hambre. “Si el mundo quiere tener una oportunidad de cumplir con los ODS para el 2030, el tema debe incluirse explícitamente en los planes de implementación de los ODS, así como en el centro del nuevo marco del Convenio sobre la Biodiversidad”, aseguró Kinnaird.
El informe advierte que, el conjunto actual de mecanismos, recursos y técnicas de manejo del problema se aplican a menudo a escala local, de forma fragmentada y principalmente con un enfoque de conservación, lo cual es insuficiente para la magnitud del problema. Por ello es crucial escalarlo y darle la atención que merece en los procesos nacionales e internacionales para adoptar enfoques que identifiquen y aborden las causas subyacentes del conflicto, mientras se desarrollan soluciones sistémicas con las comunidades afectadas, como participantes activos en el proceso.
Si bien no es posible erradicar por completo el conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre, los enfoques integrados y bien planeados para manejarlo pueden contribuir a su reducción y conducir a una forma de coexistencia, resalta el informe. Tales enfoques requieren un trabajo de prevención, mitigación, respuesta, investigación y seguimiento, todo ello respaldado por un fuerte apoyo político y la participación de las comunidades locales.
La coexistencia sí es posible
Un ejemplo de ello puede verse en el Área de Conservación Transfronteriza de Kavango Zambezi, en el sur de África, donde un enfoque integrado del manejo del conflicto humano-silvestre redujo el 95% de las muertes de ganado a través de la instalación de jaulas a prueba de leones durante la noche y la compensación de pérdidas causadas por la incursión del felino. Ello dio lugar a cero caza de leones en represalia en 2016 (al menos 17 fueron cazados en represalia en 2012 y 2013) y ha permitido que las poblaciones de leones, antes amenazadas, se recuperen.
Otro caso de éxito es el manejo del conflicto entre ganaderos y jaguares en 71 fincas modelo que cubren más de 220,000 hectáreas, ubicados en corredores clave de Colombia, Costa Rica, Bolivia y Brasil, en donde organizaciones como Panthera han trabajado con comunidades y productores para reducir la depredación de estos felinos. Los ganaderos se comprometieron a cero cacería por represalia, cero deforestación y cero caza de presas del jaguar. Además, se probaron medidas de prevención y mitigación, y se monitorearon los esfuerzos a largo plazo. Las diversas medidas implementadas como manejo de crías, recintos nocturnos para el ganado, animales de guardia, cercos eléctricos, y la disminución en la caza de presas demostraron ser altamente exitosas: la depredación en los ranchos se redujo 90% y en muchos casos no ha habido pérdida de jaguares.
El informe resalta la importancia de las percepciones culturales, sociales y geográficas que llevan a que las relaciones con la vida silvestre sean o no conflictivas. Aunque generalmente las poblaciones rurales son las que tienen mayor conflicto con la vida silvestre, algunas poblaciones como las comunidades indígenas mantienen desde siempre relaciones recíprocamente favorables con la naturaleza y los ecosistemas que los rodean.
Tal es el caso de la comunidad indígena Murui-Muina, ubicada en el resguardo Indígena Predio Putumayo (Amazonas, Colombia), donde la comunidad ha convivido durante décadas con el jaguar, el máximo depredador de la región. “Para estas comunidades indígenas, el jaguar, las boas, las dantas, entre otras especies emblemáticas, no son solamente animales. Son otros iguales con los que se deben relacionar y generar acuerdos sociales para convivir. Para estas comunidades, vivir en medio de la naturaleza significa relacionarse con ella, viéndola, no como algo que se puede poseer, sino como alguien con quien se deben generar relaciones que beneficien a ambas partes. De allí parte su éxito para mantener preservados sus territorios” explica Jaime Cabrera, Especialista en monitoreo comunitario de WWF Colombia.
Por eso, desde 2016, WWF Colombia trabaja con esta comunidad para monitorear las poblaciones de jaguar y sus presas claves en el territorio, a través de una mezcla entre el saber ancestral y el saber científico.
“Reducir el conflicto entre los seres humanos y la fauna silvestre puede dar lugar a oportunidades y beneficios no solo para la biodiversidad y las comunidades afectadas, sino para la sociedad, el desarrollo sostenible, la producción y la economía mundial en general”, afirmó María José Villanueva, Directora de Conservación de WWF México.
“Las personas que habitan lejos de la vida silvestre pueden contribuir a la coexistencia al consumir productos certificados por organizaciones como la Wildlife Friendly Enterprise Network y Rainforest Alliance, que proceden de productores que minimizan activamente el conflicto; incluyen productos como café de Colombia que busca la conservación del jaguar, la cachemira de la Toscana (Italia), que cuida la vida silvestre, y el té de la India, respetuoso con los elefantes”, indicó.