El plástico va de nuestros platos a los océanos
Posted on febrero, 24 2022
La contaminación por plásticos es una crisis global que mata la vida marina, contamina lo que comemos, el aire que respiramos y el agua que tomamos. Por eso, necesitamos urgentemente un tratado global que le ponga freno.
La próxima vez que quieras ordenar sushi a domicilio o una jugosa hamburguesa, piénsalo dos veces. Sin que te percates, tu comida puede estar acompañada de los dañinos plásticos. Anualmente, el mundo produce más de 200 millones de toneladas de desechos plásticos y más de 11 millones de toneladas llegan a los océanos.Muchos de los alimentos que consumimos vienen empacados en plásticos que terminan en la naturaleza. © Bruno Arnold / WWF
Numerosas investigaciones han revelado que podemos encontrar plásticos en cada esquina del mundo, ni siquiera el Ártico, que por mucho tiempo se consideraba intacto, se ha salvado de esta invasión. En el hielo han sido hallados microplásticos, partículas no mayores a cinco micromilímetros que resultan de la desintegración de plásticos mayores que utilizamos a diario. Estas pequeñas partículas entran en la cadena alimenticia y llegan a nuestro cuerpo en dimensiones asombrosas. Un reporte de WWF de 2019 estima que una persona en promedio se come el plástico equivalente a una tarjeta de crédito semanalmente.
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Antes de llegar al plato
Por si fuera poco, la contaminación por plásticos no empieza ni acaba allí. Antes de que termine en nuestro plato, los empaques de este material son usados para transportar ingredientes frescos. Estos son imprescindibles en algunas partes de la cadena de suministros para garantizar la calidad de los alimentos y prevenir posibles desperdicios. Sin embargo, muchos de los plásticos de un solo uso que utilizamos son completamente innecesarios.
Desde hace décadas el mundo decidió que el plástico era una opción liviana, resistente y de larga durabilidad para fabricar objetos desechables. Y, rápidamente, la solución se transformó en un grave problema que nos aqueja hoy más que nunca.
Muchas veces de manera involuntaria, el plástico que desechamos en nuestras basuras o, incluso, en contenedores de reciclaje no termina en donde debería. ¿Sabías que un tercio de los empaques plásticos llegan al medioambiente?
Mamífero atrapado y sofocándose en equipo de pesca. © Shutterstock / Ian Dyball / WWF-Perú.
En el camino a las plantas de procesamiento, los desechos livianos pueden salir volando. Por ello, un vaso de café que cae en alguna calle de una gran ciudad puede terminar en un desagüe o río, para luego ser empujado al océano. No en vano, cada minuto, el equivalente a un camión cargado de plástico se vierte en sus aguas.
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El proceso para que los plásticos grandes se descompongan en microplásticos puede tomar hasta 20 años para una sola bolsa y 30 para un vaso desechable. De ahí que, la durabilidad de este material plantee múltiples problemas que amenazan la vida silvestre. Se estima que para 2050, la cantidad de plásticos en el mar puede superar al número de peces.
Asimismo, hay lugares en el mundo en los que la contaminación plástica ha invadido el paisaje. Es el caso de la ciudad de Maicao, en el departamento de la Guajira en Colombia, frontera con Venezuela. Allí, hay una alta actividad comercial entre los dos países que implica el uso de grandes cantidades de plásticos, especialmente, en el contrabando de gasolina. Se estima que por cada bidón de gasolina que transportan los contrabandistas, se utilizan en promedio 7 bolsas plásticas para evitar fugas. A esta situación se suma el poco reciclaje que se lleva a cabo.
Otra es la situación de muchas poblaciones en el mundo que deben lidiar también con los desechos que otros generan. A las costas llegan residuos traídos por la marea y, en los peores casos, algunos países pagan a otros más pobres para que reciban su basura.
Pesca que contamina
Las redes fantasmas son una grave amenaza para la vida marina. © Jurgen Freund- WWF
La contaminación por plásticos está tan inmersa en la producción de alimentos que, incluso, ciertas actividades pesqueras tienen efectos negativos. Usualmente, los equipos de pesca, como las redes, están hechos de plástico en razón a su resistencia, y es común que buques y pescadores los pierdan en el mar o deliberadamente los boten. Estas “redes fantasmas” son unos de los desechos plásticos más dañinos para los ecosistemas marinos y representan al menos el 10% de la basura que hay en sus aguas.
El arrecife de coral del océano Índico cercano a las costas de Zanzíbar es uno de los muchos hábitats que ha sido víctima de las redes fantasmas. Los equipos perdidos causan daños significativos a estos delicados ecosistemas que necesitan ciertas condiciones para florecer, lo que termina afectando niveles más altos de la cadena alimenticia.
Soluciones globales a problemas globales
Necesitamos un tratado global legalmente vinculante que imponga reglas y regulaciones a todos y que tenga como objetivo asegurar una economía circular del plástico. Esta problemática no tiene fronteras, por eso, los ciudadanos, las empresas y los países no pueden resolverla por sí mismos.
La problemática del uso de plásticos radica en nuestro fracaso a la hora de gestionar todo el ciclo de vida del material: desde la producción, el consumo, la gestión de residuos hasta el reciclaje. Por ello, el uso consciente de las personas es solo un primer paso. Para frenar el problema, es necesario dar prioridad a acciones de escala mundial que eviten que los plásticos se conviertan en residuos y se filtren en los sistemas naturales.
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Por eso, un tratado global debe apuntarle a abordar todo el ciclo de vida de los plásticos con el objetivo de eliminar los residuos antes de que se creen, a través de una estrategia de economía circular. Así, tras su vida útil, el material no sería desechado, sino que se convertiría en insumo de nuevos productos. Actualmente, esto no se lleva a cabo en la escala que es necesario, a pesar de los esfuerzos por reciclar.
También es necesario que el tratado establezca una meta global de reducción de la contaminación por plásticos que sea ambiciosa, a la par de metas nacionales claras. Además, debe definir estándares, métodos, regulaciones y mecanismos de apoyo financiero y cooperación técnica para apoyar su implementación.
Del 28 de febrero al 3 de marzo, en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA) 5.2, los países tendrán la oportunidad única de acordar el establecimiento de un tratado global con estas características que frene la contaminación plástica para siempre.
La UNEA es el órgano de adopción de decisiones sobre el medio ambiente de más alto nivel en el mundo, con una membresía universal de los 193 Estados Miembros. La versión de este año tendrá lugar en Nairobi, Kenia.
La presión por alcanzar un tratado legalmente vinculante ha sido creciente en la comunidad internacional. Más de dos millones de personas de todo el mundo han firmado una petición de WWF en su apoyo y más de ¾ de los estados miembros de la ONU también han respaldado esos llamados. También se han sumando más de 70 empresas e instituciones financieras líderes en el mundo.