La salud tuya y mía dependen de la naturaleza
Posted on junio, 04 2022
El mundo natural provee a las personas de todos los elementos que necesitamos para vivir. Además, tiene la solución para muchas de las enfermedades que nos aquejan, desde problemas respiratorios hasta estrés.
Los ecosistemas proveen muchos de los elementos que hacen posible la vida de las personas, tales como el agua, el alimento y el oxígeno. © Esteban Vega La Rotta / WWF Colombia
Nota originalmente publicada en BIBO*
La naturaleza es responsable del aire que respiramos, del agua que tomamos y de los alimentos que comemos, es decir, es crucial para satisfacer las necesidades más vitales de nuestro cuerpo. Por ello, se puede decir que, desde lo más básico y esencial, el mundo natural hace parte integral de nuestra salud física y mental. Además, este vínculo estrecho se expresa en muchas otras formas como en la creación de medicinas a partir de la biodiversidad y el bienestar mental que brinda estar en contacto con la naturaleza.
Empecemos por lo más básico. Los ecosistemas son responsables de muchos de los servicios que hacen posible la vida de las personas en la Tierra. No hay mejor ejemplo que los bosques, pues actúan como filtros de aire naturales reteniendo material particulado contaminante y brindando oxígeno. A través de estas funciones, juegan un importante rol a la hora de reducir el riesgo de las personas de sufrir enfermedades relacionadas a la contaminación del aire, entre ellas, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, enfermedades pulmonares y cáncer de pulmón.
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Además, los bosques capturan grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan en su vegetación y suelos, por ello, son esenciales en la regulación del clima del mundo y, por ende, en la lucha contra el cambio climático. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), aproximadamente 2.600 millones de toneladas de dióxido de carbono, un tercio de los gases emitidos por la quema de combustibles fósiles, son absorbidos por los bosques cada año.
El mejor ejemplo de esa capacidad es la Amazonia, que almacena alrededor de 130 mil millones de toneladas de carbono, casi el valor de una década de emisiones globales de dióxido de carbono.
Muchos ecosistemas también son esenciales para garantizar agua a las personas. Este es el caso de los páramos, que se encargan de su producción y regulación. Colombia alberga el 50% de los páramos del mundo y ellos garantizan el suministro del 85% del agua potable del país. Sin ellos, millones de personas pasarían sed y múltiples especies y hábitats se verían afectados. De igual manera, la conservación de bosques, ríos, lagos, estanques, arroyos, entre otros, son esenciales para garantizar el suministro de agua.
La naturaleza es vital para la seguridad alimentaria de las personas. Alrededor del 25% de los alimentos del mundo proviene de tierras de cultivo irrigadas por ríos, según el análisis “Ríos de alimentos” de WWF. A ello se suma que el 40% del consumo mundial de pescado se basa en los ríos y que la agricultura en tierras fluviales cubre al menos 10 millones de hectáreas, responsables de alrededor del 1% de los alimentos del mundo.
Dichas cifras indican que de la salud de los ríos depende en gran medida la disponibilidad de alimentos para las personas. Además, la fertilidad de los suelos, el clima y otros factores son igual de determinantes en la producción de comida.
Por otro lado, en el mundo natural se hallan muchas de las respuestas a las enfermedades que padecemos. Aproximadamente el 70% de las plantas con propiedades anticáncer comprobadas solo se encuentran en los bosques húmedos tropicales, unas de las zonas más ricas del planeta, a pesar de que solo cubren el 6% de la superficie terrestre. Así mismo, la ciencia ha descubierto que, en la diversidad genética marina, se encuentran componentes útiles para el desarrollo de medicinas contra los tumores, antivirales, entre otros usos médicos.
Y cada vez es más conocida la importancia de la naturaleza para la salud mental. Investigadores en Japón descubrieron que pasar tiempo en el bosque reduce la presión arterial y el estrés, además, fortalece el sistema inmune. También hallaron que las personas que pasan por lo menos dos horas a la semana en la naturaleza reportaron mayores niveles de bienestar que quienes no lo hacían. De hecho, tanto los servicios de salud de Japón como los de Corea del Sur prescriben pasar tiempo en los bosques a muchos de sus pacientes. Solo en Japón se han designado más de setenta ‘bosques curativos”.
Sin embargo, así como la naturaleza tiene muchas de las soluciones, su degradación tiene graves consecuencias para la salud humana. De acuerdo al informe de WWF “La vitalidad de los bosques”, la deforestación impulsa el surgimiento y propagación de patógenos zoonóticos, responsables de enfermedades infecciosas que pasan de los animales a las personas. Este tipo de patógenos son responsables de la mayoría de las epidemias recientes, incluyendo el COVID-19, el virus del Zika, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), el síndrome respiratorio agudo repentino (SARS), la gripe H1N1 y el virus de Ébola. Con la reducción y fragmentación de los bosques, hay mayor riesgo de que las enfermedades portadas por animales se transmitan hacia los seres humanos, indica el informe.
Así mismo, la sobrexplotación y degradación de los océanos tiene impactos negativos, pues pueden conllevar a la aparición de enfermedades infecciosas transmitidas por el agua y a la contaminación de fuentes alimenticias de las que dependen 800 millones de personas en todo el mundo.
De estas y muchas otras maneras, la naturaleza está estrechamente relacionada a la salud física y mental humana. Por ello, la protección y restauración del mundo natural también es un asunto de salud pública tanto a nivel local, nacional y global. Un planeta sano, equivale a gente sana.