Tres decisiones clave para mercar con el planeta en mente
Posted on marzo, 15 2022
En el Día del Consumo Responsable quisimos centrar la atención en un asunto que suele pasar desapercibido: la comida. Mira cómo los consumidores podemos ayudar a transformar los sistemas alimentarios desde las decisiones que tomamos a la hora de mercar.
© Esteban Vega La-Rotta - WWF Colombia
Bogotá, 15 de marzo de 2022. La manera en que consumimos está poniendo en riesgo la vida como la conocemos. Cada año gastamos más rápido los recursos que el planeta es capaz de regenerar en 12 meses y se estima que la demanda global de alimentos se duplicará en 2050. Reciclar, ahorrar agua y energía y no comprar en exceso, son recomendaciones habituales que se hacen para ayudar al planeta.
Sin embargo, en el Día del Consumo Responsable, que se celebra hoy 15 de marzo, WWF se centra en un asunto que suele pasar desapercibido: la comida.
Para alimentarnos, los humanos usamos el 40% de los suelos disponibles y empleamos prácticas de producción de alimentos tan insostenibles que los deforestan, contaminan, y acaban con su biodiversidad. Pero, además, una vez producidos, muchos de ellos se pierden o se desperdician. Un reciente estudio de WWF reveló que cuatro de cada 10 de los alimentos que se producen en el mundo no se consumen, el equivalente a 2.500 millones de toneladas de alimentos.
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Por eso, como consumidores, podemos ayudar a transformar los sistemas alimentarios desde las decisiones que tomamos a la hora de mercar. Mira cómo:
1. Dale la oportunidad a las frutas y verduras maduras o imperfectas
© Esteban Vega La-Rotta - WWF Colombia
Una papaya con una magulladura o un banano pecoso suelen quedarse en los estantes de fruvers, supermercados o la plaza porque nadie quiere llevarse un producto -en apariencia- deteriorado. Pero, ¿qué sucede con estos productos? Seguramente terminarán en la caneca.
Si como consumidores le damos una oportunidad a las frutas y verduras maduras o imperfectas, estamos contribuyendo a que cada vez sean menos los alimentos que terminan en la caneca sin siquiera salir del punto de venta.
Además, cada vez que algo termina en la caneca, allí se van todos los recursos que se usaron para producirlo. Por ejemplo, detrás de un tomate puede haber 50 litros de agua, y detrás de un banano, 160 litros, según promedios a nivel global compartidos por Water Footprint Network.
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2. A la hora de elegir qué comprar, privilegia lo producido cerca de donde vives
© Esteban Vega La-Rotta - WWF Colombia
Una manzana que ha venido desde el sur del continente, tiene una huella de carbono más elevada que una producida en Colombia. De igual manera, una lechuga traída de otro departamento, aporta más a los gases efecto invernadero (esos que calientan el planeta en exceso), que una sembrada en el mismo lugar donde vivimos. Y aunque a veces es un desafío saber de dónde vienen los alimentos, en ocasiones solo basta preguntar para tomar una decisión.
Los sistemas alimentarios, que reúnen todos los elementos y actividades relacionados con producción, procesamiento, distribución, preparación y consumo de alimentos, representan hasta el 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales. Mientras que, reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos o cambiarnos a dietas más sostenibles, representa la oportunidad combinada de disminuir las emisiones en hasta 12,5 Gt CO2e, ¡el equivalente a retirar 2,7 mil millones de autos de las calles!
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El cambio climático no hace parte de la lista del mercado, pero debería, pues justamente el calentamiento global puede traer consecuencias devastadoras para la producción de alimentos: sequías más prolongadas o lluvias más intensas que ponen en peligro los cultivos y elevan el precio de los alimentos.
3. Fíjate en lo que comes en una semana y busca cómo variar aquellos alimentos que más se repiten
© Esteban Vega La-Rotta - WWF Colombia
Todos los lugares en donde sembramos y cultivamos nuestros alimentos fueron –o todavía son– ecosistemas naturales y el hogar de diferentes especies. Muchos de estos son incluso visitados por locales y turistas que se maravillan de la riqueza natural de nuestro país. Pero ante la inminente necesidad de alimentar a una población creciente que come muy parecido, se requieren más y más hectáreas de un solo cultivo para satisfacer la demanda.
Esta forma poco variada de producción implica un mayor desgaste para el suelo y sus nutrientes, la pérdida de variedades de alimentos y la cultura en torno a ellos, y en ocasiones, un mayor uso de fertilizantes, algunos, generadores de gases efecto invernadero. Incluso, puede incidir en fenómenos tan graves como la deforestación (se estima que la agricultura ha causado el 75% de la deforestación en el mundo, y esto sin contar la degradación que ocasiona en ecosistemas como las sabanas).
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En general, las dietas actuales tienen muy poca variedad. En el mundo, los tres cultivos principales son el arroz, el trigo y el maíz. Y aunque en la historia el hombre haya domesticado más de 6000 especies de plantas terrestres, se calcula que dos tercios de todos los cultivos globales se destinan a sólo 9 alimentos. ¿Qué tal incorporar un alimento que se consuma de manera poco frecuente cada vez que vayamos a mercar