Cuando el milagro del agua se hizo al norte de Ocaña

Posted on marzo, 09 2021

Hace 35 años, un grupo de vecinos decidió cumplir por su cuenta la promesa acomodada de los políticos de turno: llevar el agua hasta sus casas. Ahora, están a punto de crear una Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC).
Hace 35 años, un grupo de vecinos decidió cumplir por su cuenta la promesa acomodada de los políticos de turno: llevar el agua hasta sus casas. Ahora, están a punto de crear una Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC).

Cada 15 días, si acaso, un carrotanque cargado con agua pasaba por los barrios Santa Clara, Bermejal y José Antonio Galán, en Ocaña (Norte de Santander), para suplir el servicio de acueducto. El resto del tiempo, los vecinos se peleaban por recoger este recurso de una pileta pública a la que llegaba “un chorrito insuficiente”.

Era 1984 y la comunidad ya no creía en los políticos que llegaban en épocas preelectorales para prometerles la construcción de un acueducto. Les habían fallado tantas veces que estaban resignados a seguir lavando la ropa en quebradas y cargando cubetas desde las casas de familiares que vivían en otros barrios.

Pero un día, Cristóbal Navarro, un líder comunitario del barrio Santa Clara (Q.E.P.D.), escuchó una historia que le devolvió la esperanza: para resolver de una vez por todas el problema de desabastecimiento, cinco familias de la vereda El Danubio, cerca a su casa, habían decidido instalar una manguera para llevar agua desde la quebrada La Brava hasta sus viviendas.

Decidido a ampliar esta idea, Cristóbal, quien se caracterizaba por su capacidad de convocatoria y su don para contagiar el buen ánimo —murió en 2011—, convocó a las cinco familias y a sus vecinos y les dijo: “vamos a comprar la manguera entre todos y a traer el agua desde La Brava. Sé que suena imposible, pero podemos hacerlo por el bien de 180 familias”.

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Hubo quienes lo tildaron de loco, pero también partidarios de la idea, entonces Cristóbal siguió adelante. Convenció a un grupo de personas —entre las que se encontraban varios maestros de obra y construcción— para hacer un análisis topográfico desde la quebrada hasta la ciudad, y así fue como concluyeron que, por la fragilidad de las mangueras, había que pensar en otra alternativa.

Para ese momento (1985), la ilusión de la comunidad ya tenía nombre: la Asociación de Amigos y Usuarios del Acueducto Independiente—ADAMIUAIN; complejo y difícil de memorizar, pero lleno de significado. Por eso, cuando Cristóbal les propuso pedir un préstamo a una entidad bancaria para financiar la tubería, los miembros de la nueva asociación no dudaron en decir que sí. “ADAMIUAIN estaba recién creada y sin recursos, así que el banco, por supuesto, pidió un respaldo para concederlo”, dice Gustavo Ibáñez, hoy integrante de la junta veedora de esta organización.

Para él, que en principio miró con desconfianza esa idea revolucionaria de Cristóbal, fue una sorpresa cuando cinco personas de la comunidad dieron un paso al frente y ofrecieron las escrituras de sus viviendas como una garantía para el préstamo. Estaban jugándose su futuro y el de sus familias —pensaba—, así que más valía que esos esfuerzos fueran efectivos.

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Y sí que lo fueron: el banco aprobó el préstamo, compraron 4.700 metros de tubería y conectaron los 5 kilómetros que separaban la quebrada de sus hogares. Además, la Corporación de Vivienda Popular de Ocaña les concedió un terreno en el que, posteriormente, Luis Emiro Álvarez, un socio fundador “con un gran sentido de liderazgo”, construyó un tanque de almacenamiento y distribución que recogiera el recurso hídrico durante las noches y lo suministrara en el día. Gustavo todavía recuerda la algarabía y el festejo cuando llegaron las primeras gotas de agua hasta las casas: “fue una maravilla, fue como un milagro que nos cambió la vida a todos”.

Los primeros años del acueducto, las tarifas del servicio se definieron por la capacidad de pago de cada familia y no se midió el consumo de agua, pero a inicios de los años 90, con la aparición de la Comisión de Regulación del Agua Potable y Saneamiento Básico, ADAMIUAIN tuvo que cambiar su modelo de estratificación, incorporar un sistema de medición y potabilizar el servicio.

“Fue una transición difícil, no solo por toda la infraestructura que necesitábamos, sino porque las personas ya estaban acostumbradas a consumir el agua sin límites. Al final, eso nos ayudó a valorar de nuevo ese recurso que antes no teníamos. Bueno, eso y lo de la sequía”, explica Gustavo, quien para ese entonces era presidente de la junta directiva de ADAMIUAIN.
 

Una sequía, una oportunidad


En esa misma época, mientras la comunidad se adaptaba a los cambios del acueducto, una sequía ocasionada por el Fenómeno del Niño disminuyó el caudal de La Brava, obligándolos a utilizar solo la cantidad de agua indispensable. Temían que el verano intenso acabara con esa fuente de esperanza que llevaba varios años alimentado sus hogares.

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Decidieron recorrer los alrededores de la quebrada para determinar si, con suerte, había algún bloqueo en el caudal que pudieran solucionar. Al final de la jornada se dieron cuenta de que en las fincas que estaban a lado y lado de la quebrada, la deforestación —motivada por la ganadería y la agricultura— era una práctica común. Esto, sumado al uso intensivo del recurso hídrico y a su contaminación, contribuyó fuertemente al deterioro del caudal.

Los asociados juntaron fuerzas de nuevo para buscar una solución, pues como dice Beatriz Helena Rey, gestora de los Andes Nororientales en WWF, “si algo caracteriza a esta comunidad es la solidaridad y la capacidad de trabajar en conjunto”. Decidieron entonces, por idea de Cristo Miranda —actual secretario de la junta directiva—, reajustar las tarifas del servicio en más de un 30% con el objetivo de comprar la finca más afectada por la deforestación y, paralelamente, empezaron un trabajo con los campesinos de la zona para generar consciencia sobre el impacto de las talas y las quemas en el ecosistema del que dependían.

La estrategia de adquirir predios adyacentes a la quebrada La Brava se convirtió, a largo plazo, en una de las prioridades de la Asociación, lo que los llevó a tener nueve predios para restaurar y proteger en un lapso de 20 años.

“Hemos comprado algunos y otros nos los han cedido en comodato para su protección. Hoy tenemos un bosque que se convirtió en un referente ecológico para la ciudadanía ocañera y la institucionalidad regional y nacional”, dice Virginia Amaya, quien desde hace 11 años es la administradora de ADAMIUAIN. Ciro Rojas, auxiliar administrativo, añade: “hacemos caminatas anuales y a así le mostramos a la gente que cada cosa en la naturaleza tiene una razón de ser”.

En el proceso de reforestación de ese bosque que hoy los llena de orgullo, estos ocañeros aprendieron, entre muchas cosas, sobre árboles y plantas nativas; la conexión entre la salud del área de bosque y la de los ecosistemas de agua dulce; la función de captación y purificación de agua que tiene el musgo (ya a nadie se le ocurre recogerlo para decorar el pesebre, confiesan entre risas)—; los efectos de la contaminación por desechos; y la necesidad de comprometerse con la educación ambiental comunitaria.

Hace tres años se enteraron de la existencia de las Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC), la figura de conservación privada del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) con la que cualquier ciudadano puede contribuir al medioambiente a través de la protección y uso sostenible de su predio.

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Con la asesoría de personas como Libardo Suárez, funcionario de Parques Nacionales, y más adelante con el apoyo de Beatriz Rey —para iniciar la inscripción de la RNSC a través del proyecto GEF/SINAP, que busca la consolidación del SINAP y es ejecutado por WWF—, los directivos y asociados de ADAMIUAIN empezaron un nuevo sueño común: asegurar la conservación futura de las fuentes hídricas y ecosistemas de bosque resguardados en 281 hectáreas y, a su vez, garantizar definitivamente el recurso vital para las 6.000 personas beneficiadas.

“Ellos son una muestra de riqueza social y medioambiental invaluable. Hicieron una construcción popular en torno al agua y hoy, mientras recorren el camino a convertirse en una RNSC, son un ejemplo de desarrollo verde para el país”, explica Suárez, mientras Gustavo, Virginia y Ciro, en representación de todos los que han hecho parte de la historia de ADAMIUAIN, responden que con sus acciones esperan inspirar a otras comunidades a trabajar por propósitos comunes y, al mismo tiempo, hacer que otras personas decidan crear RNSC para la preservación de las riquezas naturales del país.
De izquierda a derecha: Ciro Rojas, Virginia Amaya, Luis Emiro Alvarez y Gustavo Ibáñez miembros de ADAMIUAIN.
© ADAMIUAIN
Más que garantizar la conservación de los ecosistemas de los que dependen, los Amigos del Acueducto Independiente han creado un tejido social invaluable.
© Resnatur
Después de hacer varias siembras con árboles introducidos, los asociados aprendieron que debían regenerar el bosque con semillas nativas.
© Resnatur.
Mediante caminatas anuales por los predios, ADAMIUAIN le muestra a la comunidad ocañera cuál ha sido la evolución de los bosques que ha restaurado.
© Beatriz Rey
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